Ayer 8 de mayo de 2021, Mikel Erentxun relanzó una de sus primeras canciones en solitario. En 1992, el año de las Olimpiadas en Barcelona, grabó Naufragios. Este disco no llegó a mí hasta 1995, cuando aquel verano se convirtió, para siempre, en el verano de los minutos y los Airgam boys en la ventana.
Sirva esta entrada de homenaje a los adolescentes que fuimos. Es impresionante el poder que tiene la música para transportarte en el tiempo y conectarte con recuerdos que permanecían escondidos en algún recóndito lugar de la memoria.
Airgam boys en la ventana
No hubo una presentación oficial. No hubo un «Hola, esta es Lady», «Hola, él es Mr. Kaos». No. Cuando eres adolescente entras en un grupo poco a poco, como si tu sombra fuera adquiriendo diferentes matices e intensidades, hasta que por fin se cuenta contigo como si fueras uno más y brillas con luz propia.
En los pueblos, los que llegan de fuera siempre aportan algo novedoso, siempre generan la misma admiración y recelo, sobre todo si eres mujer, cuando en vez de verte como amiga te observan como rival. Por eso Lady se llevaba tan bien con el grupo de chicos. Eran más divertidos, echaban pachangas de baloncesto y futbolín y no se criticaban unos a otros en cuanto los primeros se daban la vuelta. Por aquel entonces no estaba bien visto que una chica fuera con un grupo de chicos, así que las más de las veces, Lady llegaba al punto de encuentro a escondidas. Las tardes pasaban entre graffitis, los primeros cigarros y música, mucha música.
El día que se conocieron Mr Kaos estaba apoyado en la ventana atando una cuerda a un soldadito de juguete de color verde.
—¿Te ayudo? —preguntó Lady divertida.
—Si te apetece… Los quiero colgar por la ventana para que avisen a los del piso de abajo.
—¿Como una especie de telefonillo?
—Algo así —rio—, son soldaditos en son de paz.
El lugar donde se juntaban era la casa vacía de la abuela de uno de ellos. Tenía tres plantas. En la primera, un cuarto oscuro. En la segunda, una televisión vieja a la que conectaban una de las primeras Play Station que Lady vio en su vida, un futbolín y varios sofás; y en la tercera, un espacio diáfano pintado de negro con caricaturas y pegatinas en las paredes y luces de discoteca que se regulaban desde una cabina de disc jockey que habían construido entre todos. Para Lady aquella estancia se convirtió en su universo.
Cada quien elegía dónde pasar el tiempo. Algunos echaban siestas y jugaban a darse sus primeros besos, otros se entretenían con el Mario Bross y los demás se dedicaban a escuchar música, tocar guitarras y baterías y dibujar. Lady recuerda haber escrito algún poema. Entre soldaditos y canciones, Mr. Kaos y ella se hicieron inseparables. Las vacaciones de verano solo podían estirarse quince días, así que ella los vivía al máximo, exprimiendo las horas en una habitación que parecía contener la vida entera.
A Mr Kaos le gustaba Inxs.
—Lady, no puedes ser tan radical, escúchalos, a mí me encantan.
Y a ella le hubiera encantado que le encantaran, pero no era así y él se enfurruñaba como un niño pequeño y buscaba entre vinilos otros grupos que la hicieran sonreír.
—Si lo consigo —dijo—, si consigo ponerte una canción que te emocione tanto como a mí, bailaremos juntos.
Entonces, en mitad de aquella insignificante conversación, sonó A un minuto de ti. Él se asomó a la ventana, hizo amago de lanzar un soldadito a la calle y se giró con gesto serio hacia ella, que estaba sentada en el suelo de la habitación hojeando una Superpop.
—Ojalá siempre estuvieras a un minuto de mí.
Lo lógico tal vez hubiera sido lanzarse a sus brazos, pero ella echó a correr. Le daba tanto miedo el amor, como sentir que sus palabras habían calado hondo. Tardó un día entero en retomar el tema. Un día entero en decidirse a subir a la última planta. Supo que él la llamaba cuando un soldadito golpeó la ventana y ascendió impulsado por la cuerda que lo sujetaba.
—No quería que dejaras de hablarme, Lady.
—Lo sé, lo siento. Me agobié.
—Igual hiciste lo mejor. Lo nuestro es imposible.
—¿Nuestro? ¿Imposible? ¿Pero si ni siquiera…?
—Por eso, es mejor así. Yo no voy a soportar esto cuando te vayas. Es como una cuenta atrás y no quiero estar triste. Todo me recuerda a ti y no te has ido. Si seguimos…
—¿Si seguimos en qué? —preguntó Lady confusa y triste, casi tan triste como él.
—Si seguimos sumando momentos será peor.
Mr Kaos desapareció de la casa sin dar más explicaciones y para cuando Lady regresó a Mr Jones Country, su recuerdo estaba teñido de amargura. El resto de amigos se solidarizaron con ella y la acompañaron en el llanto cuando desconcertada esgrimía un «le echo de menos». Sin más, sin estridencias, sin necesidad siquiera de extrañar un beso.
En 1995 apenas se tomaban fotografías. Los recuerdos se desdibujaban y se convertían en recuerdos de color sepia. Con quince años la vida iba muy deprisa y el tiempo pasaba ajeno a las distancias y las heridas abiertas.
En la siguiente visita, Lady supo que Mr Kaos había empezado a tontear con las drogas. Tardó dos años en volver a verlo, pero no había vez en que A un minuto de ti sonara en la radio y ella no viajara a la tercera planta de una casa semiabandonada. Una de aquellas veces de visitas esporádicas al pueblo coincidieron. Él llevaba el pelo tan desgreñado que le cubría la cara. Ella hizo amago de pararse a saludar, pero él pasó de largo y Lady solo observó su silueta alargada alejarse, mientras los amigos le decían «ya no es él».
Apenas cumplió los veinte se quitó la vida una tarde pastilla a pastilla. Lady nunca supo exactamente qué le llevó a complicarse tanto cuando era un chaval tan sencillo, quizá demasiado sensible. Fue Mr Ky quien la avisó:
—Te llamo porque sé quién era él para ti, Lady. Agárrate porque va a doler, nosotros estamos que no nos lo creemos. ¡Las putas drogas, Lady! Se le fue de las manos…
Lady se sentó de nuevo en mitad de una habitación y lloró. Lloró en silencio con congoja, con lástima y con rabia acumulada. No sabe de qué manera su recuerdo se escondió para no asomarse y hacer daño, para no traerlo de vuelta al mundo de los vivos, de aquellos con quienes aún se puede retomar una conversación inacabada.
Cada 6 de febrero mira al cielo, a las noches estrelladas. Escucha Baby don’t cry de Inxs y le riñe, más bien lo regaña, porque no puede culparle de nada, aunque eso sí, todavía le debe un baile.
Cada vez que suena A un minuto de ti, un soldadito verde salta por una ventana en el espacio infinito y desciende hasta el corazón de Lady para compartir una canción indisoluble, un lamento que grita «Antes de tres lunas volveré a por ti,
antes que me eches de menos.
Dejaste días muertos, días al pasar,
nunca te he esperado tanto.
(…)
Sálvame, planeo en derredor,
no soy como tú».
¡Ay, J.! Joder. ¡Cuánta vida nos quedaba por vivir!
Por cierto, todas las imágenes del post de hoy son de Jacques Bartels.
Gloria
Brutal. Precioso homenaje
Itziar Sistiaga
Gracias, Gloria.
Estoy contenta por haberle dado cabida a esta historia, por haberla hecho real y por compartirla, al fin.
Un besazo.
Zusine
Precioso….
Itziar Sistiaga
Muchas gracias, Zu.
Un día de estos me paso a tomar un café contigo y te cuento la historia…
¡Besos!
jon S
el ingles dirían «touching»
… el suicidio de alguien joven es de lo mas imposible de aceptar.
los suicidas dejan tanto dolor.. tantas preguntas… culpa..
gracias por compartirlo
.
no soy muy fan de Erentxun, pero esta cancion marcó una epoca..
Itziar Sistiaga
Así es, Jon.
Yo no es que sea fan, es que sin querer la canción entró en la historia de mi vida.
El suicidio se cuela por todos los poros de tu cuerpo. Es atroz.
Muxus, caballero.
Priscilla
Bello homenaje, profundas memorias. Que sean siempre de amor (y cada vez menos de pena).
Itziar Sistiaga
Lo sorprendente es que toda la historia permanecía oculta. Que la canción junto con el sueño han traído de vuelta una historia que no parece ni mía…
Gracias por leerla, Priscilla.
Si es que escribiendo podemos hacer grandes homenajes.
¡Besazo!
Sonia
Fue en los comentarios donde me enteré del suicidio. Aunque escribes muy bien (hay frases que me parecen excelentes), el estilo no me engancha y me llevó a saltar párrafos.
Esto es como cuando uno tiene un sabor favorito. No significa q los otros sabores sean peores.
Te leía porque me planteaba si necesitaría mentoría con un proyecto pero… yo sé qué me habría enganchado desde el principio en este relato. Sé qué le falta.
Saludos.
Itziar Sistiaga
¡Qué bueno!
Te deseo mucha suerte con tu proyecto. Escribir siempre nos rescata y nos salva.
Ana Sánchez Moreno
Madre mía… Me dejas sin palabras otra vez. Conmovedor relato.
Nunca dejes de escribir!
Itziar Sistiaga
Gracias, Ana.
Es curioso cómo esta historia se había escondido en la memoria…
Miguel Álvarez
Una historia preciosa Itxi, como tú. Un abrazo.
Itziar Sistiaga
¡Hey, qué ilusión saberte por aquí! Gracias, Miguel. ♥️
Natalia
Tu historia me ha hecho recordar.
Gracias
Itziar Sistiaga
Gracias a ti por leerla, Natalia.
Un beso.