Nunca te gustó la magia, sin embargo, eras el puto Houdini de mi vida que, con trucos magistrales, aparecía y desaparecía dejándome con la boca abierta y el corazón helado. A veces me pregunto en qué momento bajé la guardia contigo, pero en realidad, poco importa, porque descubrí tus cartas y ya no me creo nada.
Me gustaba tu locura, tu caos, tus desastres. Amaba que cada día fuera distinto, aunque cada noche acabáramos en tu cama. Admiraba tu despreocupación, tu sentido del humor, tu fortaleza… hasta que descubrí que solo eran máscaras y disfraces que ocultaban una huida hacia adelante, una especie de «sálvese quien pueda» que arrastraba a todo y a todos a su paso.
Contigo alcancé límites de euforia a los que acompañaban crisis absolutas de desesperación. Viví una noria dentro de un circo donde la única payasa fui yo. Creí lo increíble, me tragué lo intragable y defendí lo indefendible. Eran tus armas, el magnetismo innato de tu huracán, la fuerza centrífuga de tus atardeceres y melodías.
Pero no te culpo, a pesar del dolor fue una época maravillosa donde yo necesitaba agitar mis cimientos, quemarme en hogueras ajenas y, sobre todo, olvidar mi propia realidad. Creerme tu ilusión y crearme una nueva, aunque yo tampoco tuviera ni puta idea de hacia dónde caminar.
La otra noche soñé contigo. Me sorprende mi memoria trayéndote a mis sueños mientras duermo. Llevabas una chistera en la que escondías un conejo. Sonreías con timidez. No alcanzaba a ver el resto. ¿Actuabas para mí o estaba presenciando un gran evento? Llevaba tanto tiempo sin verte que me sorprendió encontrarte. ¿Quién eras? ¿En serio? Tan pronto fijaste la mirada en mí, te convertiste en sombra. Sabía que estabas enfrente, pero era incapaz de verte. Y a cada segundo que pasaba te desdibujabas como las huellas en la arena al llegar las olas. Se encendieron las luces y me vi sola en un enorme escenario. Estaba en un teatro al que jamás habíamos ido juntos. No sentí ni tristeza, ni pena, ni lástima por haber llegado tarde a la función.
Comprendí que no se puede estar al lado de un fugitivo, que no eras mago porque tus trucos no me hacían sonreír y porque nadie iba a devolverme el dinero de la entrada. Lo cierto es que nunca supe si lo que vivimos formó parte de la realidad o de un sueño.
Elena
¡Que bonito!
Itziar Sistiaga
Muchas gracias, Elena. ❤️
Iñigo
¡Bravo!
Itziar Sistiaga
¡Cómo me gusta que te pases por aquí! Gracias 😘