Llevo muchos días pensando en cómo plantear esta entrada. Si debería escribir un relato de ficción o si debería escribir desde mí. Ha ganado el corazón a mi creatividad. Para mí es muy importante cerrar este ciclo y compartirlo desde la trasparencia que me caracteriza. Esto es lo que hay, gente bella.
Ojalá mi historia pueda inspirar o ayudar a alguien. Lo deseo de todo corazón.
Y deseo de todo corazón que de 2020 en adelante podáis asomaros al balcón de vuestra vida y sonreír porque lo habéis conseguido. Y si aún no lo habéis hecho, porque lo estáis intentando. Porque un intento vale más que cualquier rendición.
Muere un poco para nacer mejor.
En 2010 era una mujer al borde del abismo. Miniyo apenas tenía 2 años recién cumplidos y yo llevaba 1 publicando en mi primer blog, bajo seudónimo, poniendo palabras por primera vez a todo lo que se agitaba en mí. Iba al hospital casi semanalmente. Enferma, sufría ataques de ansiedad, desmayos, y me estaban haciendo pruebas para un tratamiento muy extremo para el cual necesitaba la firma y consentimiento del que era mi marido, por los riesgos asociados. Fue tener ese documento entre mis manos y tomar absoluta conciencia de la situación. Tenía que empezar de cero. Yo no era una mujer de 30 años enferma. Yo era una mujer de 30 años triste, viviendo una vida en la que no creía.
Plantear un divorcio con una niña pequeña frente a la oposición de todo el mundo y sin motivos aparentes, creo que fue lo más difícil que he hecho en mi vida. Viví años tan oscuros y días tan horribles que ahora solo de pensarlo, me emociono. Aunque en esos momentos no era capaz de verlo, pasaron como pasa todo, incluso la desesperación.
La vida son experiencias
- Me divorcié.
- Gané un juicio horrible y profundamente triste.
- Perdí 17 kilos en apenas 6 meses.
- Me pluriempleé trabajando en 3 lugares al mismo tiempo para salir adelante.
- Viví durante 3 años una custodia nido (algo que jamás recomendaré a nadie ), y con mi ropa en el maletero del coche.
- Pagué facturas con dinero prestado.
- Muchos de los que creía amigos me dieron la espalda.
- Muchos a los que creía familia me borraron de sus agendas.
- Conocí a personas maravillosas que me ayudaron a ver las baldosas amarillas del camino.
- Empecé a recibir decenas de terapias diversas.
- Cambié de música.
- Volví a jugar a basket: mis compañeras de equipo tiraron fuerte de mí para que saliera del pozo donde había caído.
- Me hackearon el blog en 2011 y suplantaron mi identidad robándome todos mis relatos.
- Escribí «El Veto».
- Un editor me dijo que no era comercial y que no lograría llegar al gran público.
- Viajé por toda España dando a conocer mi libro, aprendiendo sobre la marcha de un oficio que tenía idealizado.
- Regresé a clases de expresión escrita para acabar convirtiéndome en profesora de escritura creativa.
- Realicé varios retiros espirituales.
- Autoedité en 2017 «Lejos en mí», mi segunda novela.
- Colaboré en revistas, exposiciones y programas de radio aportando mis relatos.
- Me rompieron el corazón dos veces en esta década, traicionando mi confianza y demoliendo mi autoestima como jamás pensé que se podía destruir.
- Aprendí a quererme.
- Me enamoré de un hombre que me amó sin excusas desde el primer momento.
- Formamos una relación auténtica a pesar de la distancia.
- Tuve un accidente y me rompí la cadera.
- Pasé 6 meses con muletas reaprendiendo a caminar.
- Dejé mi trabajo en la oficina.
- Salté en busca de mi auténtico sueño.
- Forjé mi camino como autora independiente.
- Creé grupos maravillosos de escritores.
- Impartí talleres de escritura creativa y escritura emocional.
- Aprendí a vivir sin miedo a nadie.
- Aprendí a entender mi historia, a conocerme, a respetarme, a cuidarme, a perdonarme. A no sentir vergüenza por ser quien soy y vivir lo que he vivido.
El mundo de las emociones
¿Todo eso?, diréis.
Podría haberos contado mi historia como hago siempre en un relato, pero he preferido hacer un listado. ¿No lo veis? Son solo experiencias. Líneas de una larga lista a la que le faltan miles de líneas que he omitido. ¿Quién soy? ¿Quién es Itziar?
¿Y tú?
¿Quién eres? ¿Lo que has vivido o lo que haces con lo aprendido?
No sé en qué momento descubrí que era la emoción la que me arrastraba al pozo. La que categorizaba todo lo que vivía y me hacía sentir en una auténtica noria personal. Lo bueno era extremadamente fantástico y lo malo era demoledor. Podía pasar de la risa al llanto sin ningún tipo de control porque desconocía que la clave estaba en mí.
Mi mente era la que ponía las etiquetas a mis vivencias. Y no lo hacía aleatoriamente, no. Tuve que aprender a descubrir cuáles eran mis creencias, porque la mente etiquetaba en función de lo que yo creía sobre un aspecto u otro. ¿Cómo habían llegado esas ideas a mi cabeza? ¿En qué momento las había validado? Unas por herencia familiar, otras cultural y otras por pura inconsciencia y pereza.
El despertar espiritual
Mi despertar tuvo lugar en ese 2010 cuando mi vida se resquebrajó. Lo que llamamos «el despertar» no es otra cosa que aprender a mirar distinto y tomar conciencia. No se trata de levitar, decir Om o realizar posturas imposibles en yoga, ni siquiera de caminar sobre brasas. Se trata de descubrir quién eres, cómo funcionas y cómo funcionan tu mente y tus emociones. Se trata de ser coherente entre lo que sientes, piensas y haces.
La coherencia es la base de la felicidad.
Y no hay más. No hay suertes que miren a unos y a otros no. Hay actitud y ganas de cambiar. Apertura y autenticidad. Vulnerabilidad al servicio de ti mismo y de los demás. Porque nos olvidamos de que no hemos venido a este mundo a estar solos sino a compartir y evolucionar juntos, no «a costa de».
Mi cambio y corto
Mi cambio y corto es, por tanto, un cierre de ciclo donde sé que he escalado las cotas más altas que me tocaba escalar para llegar a ser la mujer que al mirarse al espejo se reconoce. La Itziar de la que me siento orgullosa cada día y en la que creo, aunque a veces me entren inseguridades y miedos sobre si podré, si lo lograré…
Cuando peor estaba, veía a la gente feliz y me preguntaba qué era lo que nos diferenciaba. ¡Qué descubrimiento fue para mí darme cuenta de que ni siquiera me había planteado qué era la felicidad! Yo admiraba a mucha gente y solo por admirarlos creía que eran felices porque tenían algo que yo no, (o habían conseguido algo que yo no). La felicidad no era el espejismo de mi mente. La felicidad es la presencia. No puedes ser feliz a futuro, puedes ilusionarte, pero solo aquí y ahora puedes sentir la calma y la serenidad necesarias como para alegrarte por todo lo que tienes y todo lo que eres.
La felicidad es conciencia y alegría innata. Nace dentro de ti y se expande. No te hacen feliz. ERES. Y ya.
Toca mover ficha si quieres ganar la partida y no seguir siendo víctima de las circunstancias.
Mirad, solo os deseo alegría de vivir. Os deseo que se cumplan todos vuestros sueños y que logréis experimentar aquello que os remueve el corazón. Sea lo que sea no va a caer del cielo. Hace falta alineación entre el querer, el hacer y el sentir.
Que la energía que trae 2020 nos impulse y nos eleve en todos los sentidos. Sed coherentes, sed buena gente, sed quien tiende la mano en vez de quien la espera. Cambiad la perspectiva. Escribir, drenad las emociones, no os encerréis… Y reíd. Y disfrutad como el niño que un día fuisteis a pesar de todo, porque la historia nos engullirá en algún momento y antes de que suene el pitido final nos merecemos tocar las estrellas.
¡FELIZ 2020!
Gracias por estar a mi lado un año más. A mis lectores, mis seguidores, alumnos y amigos del alma. Gracias por haber creado junto a mí una preciosa comunidad de personas despiertas con ganas de disfrutar de la alegría de vivir desde la autenticidad.
Bailad conmigo esta canción. Para mí es la canción que cierra una década.
Os quiero.