Noches de otoño en el bosque
Está todo tan oscuro y el silencio es tal, que cada crujido de hoja bajo las suelas de mis botas parece un grito, un aullido, un toque de atención. Entonces una mujer se detiene en seco en mitad del camino y hace que todos nos paremos tras ella sorprendidos.
—¡Cuidado! No la piséis —ordena.
Con una linterna alumbra a una preciosa salamandra amarilla que pasaba por allí. Nos miramos confundidos, ¿cómo la ha visto? «Escucho la tierra», nos responde cuando ni siquiera hemos alzado la voz. Continuamos el sendero que nos conduce a la carbonera en silencio, intentando escuchar los mismos sonidos que a ella le hablan y que para quienes vivimos alejados de los bosques nos resultan inaprensibles.
La ciudad y el ritmo frenético que llevamos nos desconecta tan fácilmente del lugar del que venimos… El lugar que habitaron nuestros ancestros. A medida que evolucionamos parece que queda más lejos aquella vida y aquellos comienzos. Pero fuimos, estuvimos. Seguimos siendo bosque.
Frente a nosotros, a la luz de una luna casi oculta por las nubes, la carbonera se remueve en su interior. Hace apenas una horas yo misma la he llenado de brasas para que arda y la madera de la que está hecha se convierta en carbón. Por eso hay que cuidarla. Mucho. «Hablarle», añade la mujer.
Saca un didgeridoo espiral que hace sonar hacia los cuatro puntos cardinales. La oscuridad de la noche parece aliarse con los rituales y la emoción que sentimos al presenciar un acto tan simbólico. Serán 20 días los que tardará el carbón en formarse, siempre y cuando no le entre oxígeno a la carbonera. Si lo hace, la madera arderá y se quemará. En cambio, si se cuece, el invierno estará garantizado al calor del carbón.
Nuestros abuelos y bisabuelos sabían de esto. Ahora solo sabemos apretar botones y poner reclamaciones al servicio pertinente.
Era la una de la madrugada cuando di la última vuelta alrededor de la carbonera. En apenas 7 horas desde el encendido había sentido una fuerte conexión con las raíces del mundo. Ya no con las de mi familia. Fue una conexión mucho más visceral.
Subida al montón de maderas recubiertas de hojas y tierra, sentí la vida bajo mis pies. Esa vida que vivimos sin vivir por miedos, rutinas y pasotismo, como si en algún momento hubiera detenido su palpitar… ¡Pero no! ¡Ahí está! Bajo tus pies.
No es necesario ver en la oscuridad.
Solo necesitamos abrir los ojos al mundo; y respirar.
El encendido de la carbonera de Irrisarri Land, Igantzi
La verdad es que a veces me pasan cosas que me dejan con la boca abierta, como esa llamada en la que me propusieron ser la encargada de encender la carbonera. ¿Yo? ¿Qué? ¡Si ni siquiera sabía de qué me estaban hablando!
Leí un par de notas de prensa de años anteriores, me emocioné al comprobar que alguien hubiera pensado en esta que escribe para un acto tan precioso y acepté la propuesta. ¡Bienvenidas sean las nuevas experiencias!
Por la mañana, junto a Vicent, hicimos un pequeño recorrido por el parque con el tren. Lo hubiéramos hecho a pie, pero llovía tanto que lo mejor era no tentar a la suerte ni a la climatología. En mi lado del mundo, cuando llueve, diluvia.
Después comimos junto a los Irisarri´s, en una celebración que pretende reunir a todas aquellas personas que comparten un apellido tan extendido como el que da nombre al parque. Estupenda la parrillada y estupenda la conversación con la directora de Irrisarri Land, Lolo Carrillo, Idoia y Joxe Elgorriaga, gerente del parque.
El valor de las tradiciones
Vivimos tan acelerados que nos olvidamos de dónde venimos. Por eso agradezco tanto la oportunidad de vivir lo que viví el sábado pasado. Fue absolutamente mágico caminar bajo la lluvia siguiendo los cencerros de los «joaldunak». La vegetación parecía absorber y devolver el ritmo de sus pisadas. El olor a musgo, el sonido de la lluvia sobre los paraguas y la tierra. El barro, los charcos…
Subí rápido la escalera de la «txondorra», tenía miedo de resbalarme (además con tanto público que, a pesar del mal tiempo, no dudó en acercarse a ver el encendido). Una vez arriba, solo sentí la lluvia, la humedad del ambiente y el calor de las brasas. No recordé a quienes me enviaron mensajes para hablarme de la película de Montxo Armendariz «Tasio». Sentía gratitud total, alegría.
Fue una experiencia que no olvidaré jamás.
Después escuché cantar a Gorka Zabaleta y su voz me estremeció. ¿Cómo se puede tener una voz tan bonita? Os animo a que lo descubráis, él sí que es raíz y cultura conectados con la tierra. Sublime. Milesker, Gorka.
Y como dijeron Mr. Jones y Lady Tintin, quienes me acompañaron en esta aventura, dame un escenario, que yo os cuento… Porque esto es lo que yo sé hacer. No sé levantar una carbonera, aunque aprendí a encenderla y casi a entenderla. Yo sé de contar historias, de hablar, de conectar y compartir. Y así pase el tiempo y las estaciones, que yo seguiré hablando y escribiendo para quien me escuche o me lea.
La vida se empeña en seguir abriéndome caminos. Estoy tan agradecida…
Son tus huellas el camino…
Esta parte del encuentro sí que no me la esperaba a pesar de haber leído sobre ella. Tras el encendido, tomaron las huellas de mis manos para tallarlas sobre un tronco frente a la carbonera. Pronto, además de mis manos colocarán una placa con mi nombre y unos versos que enviaré. ¿Podéis imaginaros lo precioso que se siente ante algo así?
Ya veis en esta imagen, calada hasta los huesos, y aún así, no me cabe más sonrisa en el rostro. 💗
Si visitáis Irrisarri Land, el parque de aventuras o el Resort, un lugar más que recomendable para ir tanto en pareja como con familia o amigos y niños, visitad la carbonera. Os animo a que me enviéis fotos con el tronco que lleva mi nombre, será un guiño súper bonito hacia lo que nos une; la alegría de vivir.
Podéis etiquetarme en vuestras fotos en redes, ya sabéis, @itzisis ♡ Será bonito.
Son tus huellas el camino, caminante no hay camino, se hace camino al andar.
Antonio Machado
¿Quién me iba a decir a mí el camino tan especial que me harían transitar mis libritos? ¡Y los que quedan! Esta imagen espectacular está tomada desde una de las bordas (cabañas) donde nos hospedaron este fin de semana. Muchísimas gracias por todo.
Por cierto, que ya es diciembre. Aprovechad para pedir vuestros regalos de Navidad antes de que las fechas de Correos colapsen los envíos. Yo os enviaré los libros dedicados con mucho amor.
Gracias por estar ahí.
¡Nos leemos!
🙌🏻💗
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