Decías que era distinta a todas las mujeres que habías conocido. Que ninguna te había dado lo que yo te daba y que ninguna te había tratado así. Jamás especificaste qué era así. Pero me gustaba que lo dijeras. Me gustaba que te explayaras y la forma en que lo hacías.
Eras directo, concreto, preciso. Muy preciso.
Yo contenía el aire al escucharte.
Decías que ninguna mujer te había mirado como yo lo hacía. Y yo sabía que eso era cierto. Nadie podría jamás mirarte como yo; tan adentro, tan profundo, tan real.
Sin embargo, a mí me faltaban las palabras para definir este sentimiento loco que me mantenía al ralentí, de observadora, mientras tú necesitabas algo más.
Me reprochabas con hastío mi parquedad, mi falta de curiosidad pues nunca preguntaba de más. Poco a poco fuiste quedándote callado, como si tus historias se hubieran acabado.
Esperabas.
Las mías no llegaron a tiempo.
El silencio ganó entre los dos.
Y dejamos de ser después de haber sido tanto.
Entre lo mucho que decías, en una parte tenías razón absoluta: tú y yo fuimos completamente distintos a los demás.
Exprimimos el inicio como si se pudiera vivir de almíbar y nos empachamos de intensidad.
Ahora lo veo y ojalá que tú también.
En el amor, con el amor no basta.
Yo he aprendido a contar historias.
¿Has aprendido tú a ser paciente?
Reescribiendo antiguas historias
La idea inicial de este texto parte de un relato que escribí en el 2011 que se titulaba «Thank You». He suprimido párrafos como este:
«Me encantaba tocarte, sentir tu piel. Notar tu vello y jugar con él entre mis dedos. Peinarlo y despeinarlo. Acariciarte la nuca y las cejas. Jugar con la rectitud de tu nariz y descender de a pocos hasta tus labios, jugosos, que siempre me esperaban entreabiertos.
Queríamos cuidarnos, mantenernos, ser especiales.
Nunca nos acostábamos enfadados. Me besabas antes de apagar la luz y casi cada noche acabábamos haciendo el amor. Dormíamos abrazados.»
En fin, podría haber titulado a este relato «Too much», porque era demasiado para la vida. ¿O es que quizá he cambiado mucho con respecto a la chica que lo escribió hace 8 años? Afirmo. He cambiado como cambian las historias y las percepciones que tenemos sobre ellas. De esa nueva idea ha nacido este texto que escribo hoy.
Y tengo la banda sonora perfecta.
Willy DeVille cantando eso de «demasiado corazón, demasiado corazón»…
Este artista no tiene desperdicio… ¿Lo conocéis? ¡Madre mía!
Eso sí, esta canción es como para ponértela a primera hora de la mañana y empezar con energía el día.
¡Besos!
Espero que os guste esta mini historia. Todo se puede reescribir excepto el pasado, aunque gracias a la literatura y la ficción podemos reinventarlo y traerlo al presente.
¡Nos leemos!
♡