Han pasado casi dos meses de un fin de semana de vértigo que, un año antes, ni siquiera hubiera imaginado vivir. De ignorar la existencia de un universo entero, pasé a adentrarme en la galaxia WordPress, cual alien, y a formar parte de sus planetas/ponentes en menos de lo que la tierra tarda en dar la vuelta al sol.
No sé ni por dónde empezar y tampoco me quiero extender, pero así, resumiendo, puedo contaros que llegué a formar parte de WordCamp Madrid, porque en la WordCamp Irún 2018 me animé a participar en una campaña llamada #WPLovesCarla, para ayudar a esta mujer: Carla Saiz, en su pelea contra el cáncer. ¡Brava, Carla!
Os dejo el enlace a WordPress.tv con mi charla para que podáis entender mejor de lo que hablo, y voy al grano. Al fin de semana, a la loca aventura de volver a esta comunidad, a su gente y a sus códigos.
¡Al lío!
LA ODISEA. O lo que es viajar de Irún a Madrid con un único cd de Los Bravos. Black is Black?
¿Quién nos iba a decir cuando nos sacamos esta foto en Irún que nuestro viaje iba a dar tanto que hablar? Pablo lo calificó como «guay» sin saber lo que nos esperaba tras la pausa para el café y el pintxo en Somosierra. Fue un auténtico visto y no visto. Parada de quince, veinte minutos y… de repente, encontrarnos retenidos por la nieve en pleno puerto, Guardia Civil, Protección Civil y coches cruzados por doquier intentando ganar la batalla a la climatología creyéndose pilotos de F1.
¡Menos mal que condujo él! Yo me hubiera bajado del coche y me habría puesto a llorar, cagadita de miedo, esperando que todo desapareciera de mi vista como por arte de magia. Así que para quitar hierro al asunto, y creo que por haber escuchado tan solo un cd de Los Bravos en el coche durante las primeras 4 horas del viaje, Ana decidió que nos íbamos a entretener a base de bien, contando vía twitter a los WordPresseros cuál era nuestra situación. ¿Más de 1000 visualizaciones de nuestro tuit en Somosierra? Nos convertimos sin quererlo en influencers y narradoras tuiteras de la experiencia WCMAD. ¡Qué bien me lo pasé contigo, Ana! ¡Qué gran compañera de viaje!
EL SÍNDROME DEL IMPOSTOR. Crónica de una sensación anunciada.
Desde el día en que Mauricio Gelves se puso en contacto conmigo para hablarme de la posibilidad de ir a Madrid y dar esta charla, me sentí una impostora. Me resultó mucho más sencillo ser un alien en WCIrun en modo aprendiz que fingir que encajaba en un universo tan técnico donde cada conversación me abrumaba. Y llamadlo ego, tontería o miedo, pero me daba pavor no estar a la altura de un evento de tal magnitud. ¿Qué iba a hacer una chica como yo en un lugar como ese?
No se trataba de hablar de CSS ni de SEO (hace un año no hubiera escrito estas siglas, lo juro), ni tan siquiera tenía que hablar de mi querido Gutenberg. Solo tenía que contar una historia, hacer mi trabajo, ¡es lo que hago, coño! Y aún así, entre tanta personita desconocida y con ocupaciones tan distintas a la mía, me sentí pequeña. Mi 1,83m se convirtió en 1,40m. Y fui respirando cada ratito en la cena de los ponentes, hasta que con un par de cervezas y la gran ayuda de Wajari, que hizo de anfitrión perfecto ayudándome a conocer a unos y a otros, resurgí con mi sentido del humor y la perspectiva necesaria para aceptar que esta era una nueva experiencia, nada más.
Dí que la carcajada que soltó cuando me escuchó preguntarle a Fernando Puente si era su primera vez también, ayudó a que dijera: «anda, maja, ya me quedo un poco a tu lado antes de que la líes más». 😉
Estaba emocionada también por conocer a Carla. Habíamos preparado juntas la charla, nos habíamos visto por Skype y nos habíamos mensajeado mucho. Darnos un abrazo fue muy bonito. Ponernos voz real, movimiento, calor humano.
Conocí a Juanka Díaz y a Javier Mendoza, con quienes me reí mucho hablando de «El señor de los anillos» como metáfora para explicar si dentro de WordPress uno es un orco o un elfo. Juanka ejerció de traductor simultáneo en conversaciones paralelas donde mi cuaderno no daba abasto para anotar palabras que no entendía. Se ganó mi respeto completamente. Sentí que me ayudaba a hacer equipo. Fue un ratito estupendo.
LA NAVE. Escríbeme a la tierra, que yo te escribiré.
No lo he dicho, pero a Madrid me acompañó Vicent. Si yo estaba pez, no os quiero ni contar él que vino para ser mi soporte visual y emocional y por aprender, porque como yo, es curioso y está abierto al mundo. Por eso el universo nos puso a Ricardo y a Patri justo antes de llegar, para sentirnos como en casa: valencianos por el mundo. Seguro que WCValencia será genial. Bravo a los valientes.
Para que veáis si estaba desubicada y nerviosa, os diré que esperé a recoger mi acreditación en otra fila y no en la de ponentes y tuvieron que prevenirme de mi error. Luego llegó el momento de abrir el evento, nervios a flor de piel, confiar en lo que iba a contar y… ver a Carla llorar justo antes de pisar el escenario. ¡A la mierda el síndrome! ¡El guion! ¡La compostura! Se me puso un nudo en la garganta tan grande que, sinceramente, no sé ni cómo pude hablar. Me temblaba el cuerpo y por ende la voz. Mi coraza se había caído de repente, toda a una, justo al abrazar a ese cuerpito pequeño y delgaducho de pelo rubio muy corto. «Venga, valiente», le había dicho. No sé, supongo que ese abrazo y sus lágrimas me colocaron en mi lugar ipso facto. No hay impostor, no hay disfraz, no hay alienígena.
«Solo eres una mujer que empatizó con esta chica y su enfermedad, con su dolor y su situación, con su miedo; y quisiste ayudar. No tienes que demostrar algo que no sabes, ni ser quien no eres, porque a ellos les da igual», me dije. En realidad, en esta vida nos importa por defecto bastante poco lo que pase fuera de las cuatro paredes de nuestra casa y a veces, de nuestro ombligo.
Aplausos, lágrimas, nervios, más aplausos…
Recuerdo la charla como haber remado contracorriente durante muchas horas, y tan solo fueron 5 minutos antes de darle paso a Carla, que se comió el escenario con su honestidad. Me desfondé. Pero es que hice un viaje muy profundo al océano de mis propios miedos y al temor absurdo de mostrarme vulnerable en un nuevo planeta. Solo eran las 9h30 y yo ya había aprendido una gran lección sobre los miedos, o las pajas mentales.
Detrás de mí habló Javier, al que la noche anterior había prometido que escucharía a sabiendas de que no iba a entender nada. Él no sabe que mi frase de su charla es esta: «tengo manos eróticas, cosa que toco, cosa que jodo». 😉 Y es que la tecnología se alió al comienzo de su ponencia para que las diapositivas no se activaran con el mando. Le aplaudieron mucho. Gustó su tema. A mí su espontaneidad.
Después llegó Pablo Moratinos en zapatillas de casa. Y no porque las llevara puestas, pero es que, simbólicamente, caminó por el auditorio como si estuviera en su casa. Sabía de lo que estaba hablando, le gustaba lo que estaba haciendo y disfrutó de cada segundo. Fue interesante aprender algunos conceptos sobre analítica web y sus múltiples posibilidades.
Poco después tuve varias anécdotas marca Itzi, muy graciosas, porque conocí a grandes mujeres de la Comunidad WordPress en el baño, como por ejemplo a Rocío Valdivia. Tuvimos mini-charlas interesantes mientras esperábamos turno y me di cuenta de que mi propia vergüenza para mostrarme, era la vergüenza de otros también para hablarme. Mi ponencia junto a Carla había gustado mucho y querían transmitírmelo. Incluso hubo quien me confesó que asistiría al Contributor Day porque le había motivado mi ponencia. ¡Bien! Solo con eso me sentí satisfecha.
Para algunos, ese día fui Itziar «la de Carla», y para otros era directamente «la del alien», o «la de la nieve». En cada ocasión en la que me cruzaba con la mujer de las tipografías y las fuentes variables, alías, Ana Cirujano, nos reíamos comentando la repercusión que había tenido nuestra aventura en #WCNordic, digo, Somosierra. Mientras, por dentro, me hacía cientos de preguntas sobre los porqués de cada uno y los míos propios. Sobre las máscaras y la piel desnuda.
Café con sorpresa para seguir digiriendo la intensidad del día. Y churros y porras para celebrar un fin de semana en Madrid, señores. Madrid.
Y acto seguido, comprobé que Fernando Puente lleva sobre un escenario casi media vida, aunque yo no supiera de su existencia.
Me reencontré con Fernando G. Rebolledo, con Jonatan Weber, Oscar Abad, personas que en WCIrun habían sido mis compañeros de fatigas. Y volví a reírme como quien reencuentra a viejos amigos y tiene mucho que celebrar.
De la charla de Juanka me gustó cómo habló de ser responsable de lo que uno dice y no de lo que los demás interpretan. No sé, supongo que yo vi otro tipo de charlas y que esta vez no aprendí tanto de WordPress, porque mi foco estaba puesto en las personas. En comprobar cómo Daniel Arenillas se ganó al público con una dosis de buenrrollismo genial o cómo Boluda, de quien yo no tenía referencias (y lo sé, debo ser la única persona de todo este mundillo que no lo conocía), se subió al escenario y yo me planteé si ante mí tenía a una persona o a un personaje. Todos necesitamos en un momento dado una capa de superhéroe.
Ciudadano B dijo que una WordCamp no se termina hasta que no se escribe sobre ella. Llevo dos meses madurando esta entrada. Me ha costado volver a mí. Y esta soy yo. Mis quiebros y mis reflexiones, mi forma de entender un evento así, donde más de 600 personas venidas de toda España se entregaron en cuerpo y alma para compartir sus conocimientos altruístamente. Un montón de voluntarios. ¡Cuánta gente diferente e bella! Gracias. Fue un eventazo del que nadie salió igual a como entró.
Todos estamos hechos de la misma pasta, solo que nos ponemos trajes distintos y nos azotan a destiempo parecidas tempestades.
Me gustó conocer a Isa Gómez y su proyecto de #WordPressEnFemenino; descubrí que Exprime Viajes está capitaneado por Vanesa y que es tan alien como yo en temas técnicos (te espero en Irún, Vanesa ;)). Hablé de literatura con otra autora, Isabel Garzo, y de basket femenino con Weiko. Cuando cerraron el evento, el aplauso fue sincero. WordPress es mucho más que código, desarrolladores, gentes de marketing, diseño y… ¿me dejo algún aspecto? Seguro que muchos. A una WordCamp hay que ir, como mínimo, una vez en la vida.
Es un baile de disfraces y conocimientos compartidos; un espejo donde mirarse e inspirarse. Un universo multidisciplinar y buenrollista, con sus egos y sus múltiples prismas, caleidoscópico, como la vida misma. Una comunidad bien avenida de currelas del avance. Y eso son los que hacen del mundo un lugar mejor, los que miran hacia adelante y empujan porque así sea.
Cinco horas con Pablo: «¡Acaso ella se ríe como me río yo!».
El regreso a Irún fue tranquilo, y al mismo tiempo, intenso. Pablo y yo repasamos la WordCamp, lo que nos había gustado, lo que echamos en falta, como por ejemplo el plan de ponencias a mano para situarnos, y destacamos por encima de todo la energía participativa y creadora de un fin de semana así.
Después intentamos arreglar el mundo. Hablamos mucho y muy a gusto y, admito que ese viaje, será uno de esos viajes que recuerde con especial cariño, porque me permitió conocer más a fondo a una persona excepcional. Rodearte de personas que inspiran siempre es positivo. En una semana, él estará de los nervios dando el pistoletazo de salida a la segunda WordCamp en Irún, con la novedad de sacar las charlas a la calle el viernes por la tarde. Deseando estoy de escuchar a Mau hablar sobre ser nómada digital, escuchar a las chicas de Txikis del Bidasoa y volver a descifrar el código Boluda, entre todos. Luego vendrá el sábado y el domingo, intensos también.
Necesitaba escribir este paso por Madrid antes de darle la mano a mi ciudad.
Deseo a los organizadores de la WordCamp Irun y al equipo de voluntarios, un fin de semana de los que dejan poso rico dentro. Os lo merecéis por el esfuerzo que ponéis en hacerlo bien y hacerlo bonito. Estaré para experimentarlo. Estaré para escribirlo. <3
Y a los organizadores de la WCMAD, gracias de corazón por haberle abierto las puertas y los ojos a esta humilde contadora de historias.
Besos a todos.