El lunes 17 de junio finalizó el curso de escritura creativa que imparto en el CBA de Irún. Ya son unos cuantos años al frente y cada vez me emociono más cuando cierro la puerta de la sala número 16, la que lleva el nombre de Mª Elena de Arizmendi.
Son 20 los valientes que acuden a esta clase. Algunos vienen porque quieren aprender a escribir, otros necesitan coger confianza, otros trabajar la creatividad y una gran mayoría asiste porque quiere aprender desde la diversión, considerando el curso de escritura como una auténtica terapia.
¡Y es que nos lo pasamos genial!
La farándula literaria
Os pongo en situación. En octubre empiezan las clases. El plazo de inscripción para este taller se abre en septiembre, en la propia biblioteca. Hasta la primera clase, yo no tengo ni idea de quién asistirá, cuáles serán sus motivaciones reales, cuál su experiencia, su nivel… ¡Y debo tener un programa establecido! ¡Me parto!
Así que durante las dos primeras sesiones, voy descubriendo al grupo e improvisando sobre la marcha porque no me queda otra. A esto, Juan, uno de los alumnos de este año, lo ha llamado «farándula literaria». Algunos repiten año tras año por la energía creativa que se respira, por lo mucho que se escribe y porque las personas que conoces dentro del aula inspiran y te alientan en este camino literario. Yo soy tan fan de estos valientes…
Xabi, una de las últimas incorporaciones al curso, presentó este ejercicio el último día. Lo comparto porque resume a la perfección qué se hace en clase. Pensaréis, ¿en serio? ¿Cómo se escribe sobre algo así? ¿Estás loca? ¿Y crees que así se va a aprender a escribir? A día de hoy ya no tengo ninguna duda, este método funciona. 😉 Y funciona de lujo.
Fin de curso: relato final. Escrito por Xabi Z
Libros, Luz y Alegría. Esas fueron las tres primeras palabras con las que jugar, y que sirvieron a aquel chico, con apariencia de adolescente esforzado, a superar los inevitables nervios del primer día.
A lo largo de los nueve meses que duró la experiencia, fueron muchos los retos a los que él, junto a sus compañeros, se tuvieron que enfrentar en la sala de Mª Elena; como por ejemplo, descubrir las causas de la muerte de un hámster sepultado en una caja de tabaco perdida en el laberinto del CBA y custodiada por una ninfómana mantis religiosa. O el desafío de describir literariamente una simplona tortilla de patata con disfraz de hipster, bajo el seudónimo “papas salvajes al aceite virgen mezclado con huevos de gallinas pecadoras”.
También se enfrentaron a un curioso ejercicio de espionaje, en el que todos eran espías y espiados a la vez.
Y llegó la navidad, y con ello el encargo de idear el regalo más raro del mundo para la profesora: un libro de onomatopeyas, el cadáver tuneado del hámster, incluso una oda a una “serpiente al dente” en un bote de orina. Después vino el día de San Sebastián, en el que con un relato en tercera persona para describir nuestra primera persona nos acercarnos al trastorno psicosomático.
Y llegó marzo, el mes del “relago”, sí! ese texto mitad relato mitad regalo, que dedicamos a la contraparte del copropietario. Y todo ello lo hicimos al compás de un bolero, redactado, que no interpretado, por el gigoló de la banda.
Finalmente también por allí pasó Claudia Guerra, aquel inteligible personaje producto de este malévolo grupo, y cuya vida era todo un despropósito neozelandés-andaluz. Menos mal que conseguimos, al fin, reflotar el Titanic y a su orquesta, cuyos sones nos ayudaron a continuar plácidamente nuestro viaje. Una singladura capitaneada por Itziar, y en la que tuvimos el honor de contar con artistas invitadas como Virginia, Lucía y Juncal.
Y así han pasado nueve preciosos meses, en los que el no tan adolescente esforzado ha encontrado en este grupo aquellas tres palabras del primer día: ganas de leer más libros, mucha luz y sobre todo, mucha alegría. XABI Z.
La narradora loca
Dice Lola, una mujer que ya lleva unos cuantos años asistiendo al curso de escritura creativa, que se le ha despertado «la narradora loca» y que ve historias por contar allá donde va. Ella, que entró en clase por azar, pensando que iba a asistir a una charla sobre escritura. ¡Ahí sigue! Escribiendo.
Y como ella Lander, Maxi, Elena, Iria, las Anas, Javier, Sabino, Santiago, Bene, Espe, Loly, Alicia, Susana, Miren o ¡tantos otros! Llevo todos estos años acompañada por un gran número de personitas con ganas de compartirse. Y me siento profundamente agradecida por la confianza que demuestran en mí y por sus avances. Porque no solo tengo que hablar de lo que yo siento, sino que debo mencionar lo que ellos sienten y les hace repetir, o irse al menos, con la sensación de trabajo bien hecho. Satisfacción personal. Creo que esto es a lo que deberíamos aspirar todos. A sentirnos satisfechos con lo que hacemos.
¿Soy creativo/a?
Todos lo somos, lo que pasa es que llega un momento en la vida, «adultez» lo llaman, en que se nos olvida jugar. Todos somos creativos y todos podemos escribir despertando al narrador loco que llevamos dentro. A veces es solo cuestión de aprender a mirar con otros ojos, o aprender a contar lo que vemos conectando el corazón.
Como profesora yo también me pongo objetivos. No quiero que nadie pase por mis clases sin haberse llevado algo o sin haber sentido algo. En la última sesión de este año les expuse cuáles habían sido «los objetivos de la profa»:
- Que os soltéis
- Que adquiráis confianza
- Que os divirtáis
- Que integréis la técnica a través de la práctica
- Que aprendáis a leer distinto
- Que formemos equipo creativo
- Que os redescubráis escribiendo
- Que a final de curso seáis conscientes de la evolución propia y ajena
- Que haya sido una experiencia inolvidable
Leyendo el siguiente relato, ¿creéis que se han cumplido?
¡Vaya ocurrencia! (Escrito por Ana Cáceres)
Salgo decidida del taller de escritura a hacer un buen trabajo de investigación. La idea consiste en encontrar la mejor frase escrita en la puerta de un váter público.
El martes me pongo a ello como una posesa. Visito hasta ocho cafeterías del centro. No sé que tomar: el café me deja insomne y el agua me deja fría, así que tomo vino blanco. Como resultado, me agarro una cogorza descomunal y tienen que excarcelarme de un pequeño wc. en el que me he quedado dormida en la posición del loto sobre la tapa del inodoro. Esto me hace pensar que a lo mejor no estaba borracha y lo que estaba es meditando.
El miércoles, me levanto de la cama y dudo de si tengo cabeza o una botella de butano a punto de explotar sobre los hombros, pero no me doy por vencida y reanudo la búsqueda, esta vez en los bares más cutres. Después de seis bares, seis cafés y seis puertas inmaculadas, regreso a casa y me pongo a llorar desconsoladamente. Mi marido me mira preocupado y yo, en un ataque de nostalgia me desahogo, y le digo compungida que este país no es lo que era, que cuando yo era joven y entrabas a un váter público, matabas tres pájaros de un tiro: meabas, hacías ejercicio, porque las mujeres somos muy escrupulosas y meamos a pulso, que hasta lo que yo sé, se parece bastante a hacer sentadillas y nos culturizábamos leyendo frases tan gloriosas como: “Te quiero Maripili”, “hijo puta el que me lea”, “aquí cagué yo”.
Estoy tan desanimada que he decidido hacer trampa. ¿Cómo no se me había ocurrido antes? Huyo de casa como una saeta y entro en el primer bar que encuentro: frente a mis ojos hay una preciosa puerta blanca. Saco un rotulador del bolso y en un alarde, no sé si de genialidad o pura intelectualidad, escribo: ¡DIOS HA MUERTO! Ana Cáceres
La imaginación es un cielo infinito
Acaba el curso y son cientos los recuerdos que se quedan en mí, como directora de este circo creativo. Hemos aprendido, compartido, llorado y reído juntos. Hemos entregado pedacitos de alma en cada texto y todos nos han servido para evolucionar. ¡Hemos bendecido hasta esos relatos que sentimos que son mierdas!
Porque aún siendo mierdas son parte del camino y son necesarias para pulir el diamante que llevamos dentro.
Me siento tan orgullosa cuando les leo, cuando compruebo cómo poco a poco van avanzando y mejorando… ¡Mis valientes!
He tenido la suerte de leer auténticas delicias, de asombrarme con la creatividad desbordante de unos y otros, de aplaudir el esfuerzo y ser la compañera de viaje de todos, enseñando desde el respeto y el cariño lo poco o mucho que sé.
Acaba el curso y en octubre volveré a la carga con otras 18 clases llenas de magia, risas y emoción.
Mi gran noche
El 17 de junio impartí la última clase. Y Ana preparó un guion de teatro donde pidió la colaboración del alumnado para poder interpretarlo. No hay fotos de mi cara de asombro, ni de las lágrimas de risa que brotaron. Resuena una melodía, «Mi gran noche», aunque fuera por la tarde y no cantara Raphael. Cantó la creatividad. Se expandió. Y me desbordó. ¿Se puede dar las gracias de alguna otra forma que no sea escribiendo, gente bella? Sois tan grandes…
Y ya acabo por hoy. Pongo música. Respiro los recuerdos y me preparo para los que vendrán. Habéis sigo unos alumnos excepcionales. Todos y cada uno de vosotros. Gracias infinitas.
Hacer equipo de un grupo de 20 desconocidos es una auténtica locura. Bendita locura. Benditas grandes noches.
Itziar