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«No hace falta escribir sobre China, escribe sobre lo que lleves dentro«. Henry Miller
La gran mayoría de las veces nos obcecamos con las fechas y los resultados. Con los objetivos que tenemos que cumplir, los plazos, y de nuevo los resultados. En el mundo de la creatividad, cuanto más se fuerza la máquina, más se funden los plomos del ingenio y la espontaneidad; porque una cosa es ser creativo y trabajar el mundo de las ideas, y otra muy distinta es forzar la inspiración. Sí, Picasso decía aquello de «que la inspiración me encuentre trabajando», y así es, aunque las más de las veces, las ideas que resultan, las que dan el pistoletazo de salida son esas mariposas que se cruzan frente a ti en forma de chispazos de luz, interconexiones de pensamientos que ya revoloteaban por la mente sin orden ni sentido, en pleno caos, y… sinceramente y desde mi humilde experiencia, solo afloran cuando uno está relajado, sin ponerle una pistola al cerebro pidiéndole resultado. Y lo he repetido tres veces.
Hoy me he despertado con ganas de corregir y acabar un relato que empecé ayer. Me gustó el comienzo, me parecía interesante y sobre todo, sentía que tenía mucho que contar. Sin embargo, en un momento dado, me desvié. Me desvié y me fui a China, llámese China la documentación, las webs en busca de datos que enlazaban de «a» hasta «b» y así, además de pasar las horas, la idea central se esfumó y el texto perdió su magia. ¿Por qué? Porque el nivel de exigencia es altísimo. Porque nos han comido el coco, y me incluyo en el grupo de quien lo ha permitido, sobre que los relatos mejor documentados son los que más llegan al lector. Le aportan información, descubren cosas… Bien. Pero hay que saber parar ahí, y preguntarte:
¿Para quién escribes? ¿Para qué escribes?
En mi caso lo tengo claro. Ante todo, siempre he escrito para mí. Me divierto. Esto mismo que estoy haciendo ahora, me encanta; tenga sentido o no. Poner palabras a lo que siento, describir las situaciones que vivo y compartirlas… Compartirlas responde al para quién. No es un alguien concreto. Es un tú. Tú que lees este blog, tú que casualmente pasabas por aquí, tú que sigues mis pasos o mis letras y te alegras cada vez que ves una actualización porque te reconoces…
Escribo para drenar. Una vez expuestas mis neuras, dudas, reflexiones o locuras varias, puedo decir que me siento plena, limpia, como tras una larga ducha bajo el chorro caliente de agua en la piel. Relajada. Con cada frase voy descubriéndome y probándome. Escribir es un proceso continuo de experimentación. Un salto a un vacío, una exposición si decides hacer público lo que llevas dentro. Si no, es mera terapia o juego. A mí siempre me ha gustado el reto que supone ponerte frente al mundo y comprobar las reacciones. Un comentario de los que nutre, un comentario de los que asienta, te reafirma o te cuestiona. No obstante cuando no hay comentarios tampoco sucede nada. No me considero ni mejor ni peor. Mi trabajo, que es escribir por y para mí, ANTE TODO, ya está hecho. Y sé que a pesar de unos u otros, seguiré escribiendo. Pero una debe encontrar su Norte. La brújula que le conduzca a la fuente donde nacen todas sus historias, las de verdad, las que no buscan seguir la guía del «correcto escritor» o «escritor exitoso y eficaz». Será que no me creo esas grandes etiquetas que más que adjetivos parecen yugos. Uno debe escribir para tratar de conectar con uno mismo y con el mundo. Encontrar las palabras que den forma a sus sentimientos e ideas y ponerle su ritmo, su cadencia. Reconocerse en la marea de letras vertidas sobre el folio en blanco o la red.
¿Y la brújula?
La brújula siempre estará en el corazón. En la pulsión que sientas al hacer aquello que amas.
Como cuando besas a la persona adecuada o te pierdes en un abrazo reconociendo un olor…
Esa es la brújula que marca el camino; esos los labios, esos los brazos. No hay más. Después solo queda el coraje de seguir intentándolo cada día un poco y aceptar que no siempre escribiremos grandes textos, que para llegar a tan solo una gran frase habremos escrito previamente muchas miles de frases pequeñas e inútiles, pero al igual que cuando buscamos oro, cribar consiste en escarbar el fondo hasta dar con ese minúsculo brillo que indica que ahí, quizá, hayamos encontrado una sustancia preciosa, una frase valiosa, una idea que merezca la pena guardar. Escribid por y con amor, a veces son las propias historias las que os encuentran porque saben que vosotros seréis capaces de darles forma y sacarlas a la luz.
Hoy os dejo un temazo de Juanito Makandé, «Niña Voladora». Dice algo así como «niña voladora por las alturas vuelas tú sola, vuela tranquila que yo te espero aquí en la tierra pa´darte gloria».
Escribid cada día un poco. A mano, en el ordenador, en la cabeza, en las pieles. Y cuando os agobiéis porque habéis perdido el Norte, pensad en mí, seguro que también estaré buscando el mío, o escribiendo, o soñando…
Siempre soñando.
Un beso.