Habían pasado siete años desde que «cortaste» conmigo; como si una relación se pudiera cortar. No sé, yo creo que más bien se mantiene en otro plano, en la biblioteca personal de cada uno con un título y una portada que va cambiando.
No fue fácil pasar esa última página, y sin embargo, a ambos, por separado, nos fue mejor. Claro está, que esto lo comprobamos después.
A pesar de que fingí que no me importaba que me dejaras; que disimulé con estoicismo y dignidad tus ganas de probar otras experiencias y conocer a otras mujeres con menos limitaciones que yo, la herida estaba abierta y continuó abierta durante mucho tiempo. Cada vez que te pensaba, cada vez que me hablaban de ti, cada vez que nos veíamos.
Me dolía verte y no encontrar la respuesta a ese dolor.
Me escocía no saber cómo olvidarte y que fueras un pensamiento recurrente, para bien y para mal. Monstruos y unicornios alrededor de mi cabeza.
Hasta que un día recibí tu carta, siete años después. En ella, me hablabas como habíamos hablado siempre, antes de todo, y me explicabas tu necesidad de soltarme. Me quedé atónita: querías pedirme perdón por el daño causado. ¡Siete años después!
Al leerte comprendí que yo tampoco te había perdonado. Y que ni siquiera me perdonaba a mí misma «haber fallado» en una relación que tanto prometía…
Tomamos un café juntos. Nos miramos a los ojos. Tú tenías más arrugas en el rostro y yo más canas, pero la mirada era igual de limpia que antes de habernos amado mal, bien, regular… ¡Qué más da!
Aceptamos nuestros fallos. Aceptamos la situación del otro entonces y ahora y nos abrazamos sin reproches, sin aspavientos, sin mentiras, con tanto cariño que parecíamos nuevos. Y es que lo éramos; porque ya no seguíamos siendo los mismos. Tras el amor, vino la comprensión para conducirnos a la aceptación que nos había transformado.
Y ahora me lees y sonríes.
Y yo te lanzo un guiño con este texto. Y tú lo coges al vuelo.
Gracias por dar el paso y mostrarme el camino.
La aceptación nos hace libres
Hablando de emociones, la aceptación se convierte en la emoción clave para pasar a otro nivel, para lograr la armonía necesaria y estar equilibrados sin sufrir.
A lo que te resistes, persiste. Lo que aceptas te transforma.
Carl Jung
Aceptar lo que no puedes cambiar, lo que sucede frente a ti, es imprescindible para continuar con tu camino. Lo que ocurre es que para llegar a este punto de inflexión, a ese clic, es necesaria mucha comprensión y esa comprensión la da el tiempo o una gran gestión emocional trabajada con anterioridad.
Aún así hay cosas que duelen, y duelen mucho: una pérdida importante, un duelo, una ruptura, una traición, un accidente… Y los espejos. Nos duele el reflejo del espejo; somos tan tiranos con nosotros mismos…
Acepto ser estable
La realidad es la que es, te guste o no. Si te peleas con las circunstancias, estarás en una lucha que no vas a ganar jamás, porque hay situaciones que no dependen de ti. Hay que aprender a trabajar la tolerancia a la frustración, y no confundir la aceptación con la rendición. Sí, hay que rendirse ante lo que sucede, como la lluvia. Llueve. De acuerdo. ¿Y? Pero no hay que conformarse y utilizarlo como excusa para el drama y el modo víctima: ¿es que no ves que llueve y no voy a poder…?
Vivimos en un mundo donde a todo (Y A TODOS) se le pone una etiqueta, incluso a los sentimientos. Bueno, malo. Bueno, malo. Y vamos nosotros y nos lo creemos para después asociar lo que vivimos a lo que hemos aprendido por transmisión cultural, y familiar. Nos creemos a pies juntillas que somos «nosotros y nuestras circunstancias», como dijo Ortega y Gasset. Y no nosotros observando lo que sucede sin que la corriente de los acontecimientos nos arrastre.
La escritura emocional
En las clases de escritura emocional hablamos sobre las emociones. Entramos en sus tripas y ponemos ejemplos que hacen comprensibles las experiencias que hemos vivido y que nos han hecho sentir esto o lo otro.
Tenemos que permitirnos sentir lo que sea sin juzgarlo. Las emociones solo son indicadores de que estamos vivos. Hay que aprender a desapegarnos, a liberarnos y a soltar. Ver llover, aceptando la lluvia, la humedad y el agua colándose por las grietas. Sin dramas. Y si hay algo que podamos reparar, actuar.
Tomar acción es fundamental para llegar a aceptar una situación que nos duele.
Imagina que eres un submarino bajo el agua, ¿qué puedes hacer? Saca el periscopio y observa. Hazlo girar 360º y elige una acción. Nada de pasividad. ¡Muévete! No te quedes rebozándote en el pantano de lodo. No sirve de nada y es que además… crea adicción.
Permítete sentir, pero no te estanques: el movimiento remueve la energía y crea nuevas oportunidades. ¿O es que acaso quieres convertirte en una estatua de sal?
No consigo perdonar
Escribe. Escribe cartas. Puedes escribirlas para ti mismo/a, para darle voz a lo que sientes y enfrentar aquello que te frena. Después puedes quemarla, romperla o enviártela por correo para recibirla al cabo de unos días y ¡sorpresa! Encontrarte con un mensaje de tu yo más íntimo.
Estos actos, pequeños rituales o tonterías (como quieras llamarlos), sirven de gran ayuda.
Escribe cartas del perdón. ¿Las conoces? Son cartas que, escritas desde el corazón con la verdad de tus sentimientos, te ayudan a liberar y soltar aquello que está atascado. Cuando perdonamos nos estamos haciendo un favor a nosotros mismos. Así que escribe, la escritura siempre es de gran ayuda para superar cualquier tipo de situación. Nos aporta perspectiva y además, nos permite jugar.
Si decides escribir cartas del perdón, sigue estos tres pasos:
- Vaciado. ¿Qué quieres perdonar? ¿A quién? ¿Para qué?
- Acción. «Elijo perdonarte», «Me regalo el perdón», «Lo hiciste lo mejor que supiste/pudiste»…
- Cierre. «Te suelto», «Me libero» aquí y ahora.
Este ritual de limpieza emocional solo funciona si tu intención está alineada con tu sentimiento real de querer avanzar. 😉
Y recuerda, un marinero no lucha contra la tormenta, ni se rinde ante las inclemencias del tiempo. Cuida su embarcación, la protege, y cuando pasa la gran nube, continúa.
En fin, que este curso sobre escritura emocional que estoy impartiendo me tiene emocionada y con cientos de ideas para compartir.
Os dejo aquí la canción que uno baila cuando acepta, cuando se siente en armonía con el mundo en el que vive y con las cosas que le suceden. Feeling good cantada por mi querida Nina Simone. Dadle al play. 🔈
La artista que acompaña esta entrada se llama Hope Gangloff . Podéis encontrarla en redes como @hopeloff
Nos vamos leyendo, gente bella.
Espero que esta emoción sea la que sintáis cada día de vuestra vida, porque de aquí, solo podemos ir hacia arriba. (Recordad si no la entrada anterior, la que dediqué a la vergüenza y la escala de emociones). 💗
Sed buenos.
¡Besos!
Alís
Terminaba de leer el relato y pensaba: necesitamos la aceptación para poder transformarnos. Esto iba a escribir como comentario, hasta que me encontré tu explicación al respecto. Sólo añadiría que aceptar no significa aprobar. Puedo realmente aceptar algo que ocurrió y ocurre, que no puedo cambiar, y eso no significa que lo apruebe. Pero puedo soltarlo para seguir adelante.
Y coincido contigo en que perdonar nos libera a nosotros más que a la persona a quien perdonamos (que tal vez ni se acuerde de nosotros).
Me gusta esto de la escritura emocional, aunque por otro lado me cuesta imaginar una escritura que no lo sea.
No sé si sabes que en estos años en que no hemos estado en contacto, me formé como coach ontológico y todo lo que cuentas me hace mucho sentido. ¿No habrás hecho tú lo mismo? Es como si (una vez más) hablásemos el mismo idioma.
Besos, Lady Itziar
Qué bonito trabajo estás haciendo
Itziar Sistiaga
Lady Alís,
cada vez que te veo asomar por aquí siento algo precioso dentro, como si ese espacio-tiempo se hubiera detenido y permaneciéramos igual, con nuevos aprendizajes. No, yo no me he formado en nada en estos años. ¿Sigues al otro lado del charco?
Coach ontológico… Voy a buscar información para averiguar bien qué es.
En mi caso, las letras fueron haciendo el camino, tras Baby. ¿Recuerdas?
Con la aceptación, como dices, no se aprueba la situación en muchos de los casos; sin embargo se trasciende, y ese es el quid de la cuestión. Ese puñetero clic que tanto cuesta activar.
Besazos, Lady Alís.
Seguimos compartiendo historias.
Somos muy afortunadas.
¡Gracias! 💗