Ha sido todo tan rápido que no me has dado tiempo a digerir que tus mariposas iban a volar. Que ibas a olvidar datos que de sobra conocías, así como los lugares comunes. No me esperaba que tu alegría asomara cuanto mayor te haces y menos sabes, y que fueras a decirnos que crees que intentamos confundirte.
Es atroz ver cómo cada día se alejan de ti cientos y cientos de bellas mariposas y vuelan, ¡a saber a dónde!, en busca de quien pueda contener esos recuerdos. ¿O se borrarán también para siempre?
Has amanecido con arrugas y te has asustado. ¿Esto qué es?, dices. ¿Cómo ha sido? Y cruzamos miradas y te respondemos sin saber qué decir que pueda contentarte; ante un nuevo espejo insistes en tu idea. ¿Esto qué es? ¿Me han salido todas esta noche?
Ha llegado la pandemia para desequilibrarte un poco más si cabe. ¿No salir? ¿Guantes? ¿Mascarillas? ¿Estáis todos locos? Los niños no van al colegio, ¿por qué alargan sus vacaciones? ¿Culpa del gobierno? ¿De Trump? ¿Qué está pasando? Veinticuatro horas después volvemos a empezar.
Quiero ver a mi hija, a ti, dime por qué no puedo. ¡Que me diga alguien por qué no puedo verte! ¡Estáis alejándoos de mí! ¡Os veo! Nos ves, pero no entiendes.
Allá adentro, en lo más profundo de tus pupilas, te busco y no te encuentro. ¡Hago crucigramas! ¿Si me pasara algo podría completarlos? Y el mundo cada día es un lugar un poco más desolador porque queman todas las respuestas que no te sirven, y duelen todas las preguntas para las que no tenemos en ocasiones paciencia.
Olvidar en tiempos de crisis es una heroicidad.
Triunfa el amor, los besos que le das a ella y los chistes que le cuentas.
No sé quién me duele más, si ella como tu auténtico bastón en un momento así o tú como desafortunado enfermero. ¿Quién coño esperaba un desenlace así?
Lo que un día está al alcance de tu mano al siguiente echa a volar.
Al menos algo me queda más que claro en esta vida: fueron preciosas todas y cada una de tus mariposas. Todo tu jardín al que acudíamos siempre para verte.
Un hombre bueno. Un hombre tan bueno…
Estoy segura de que si has decidido ir yéndote de a pocos, es porque dolía demasiado todo lo que habías pasado en los últimos años, que no supiste gestionarlo y que tu generación, ¡vamos a ver, Icíar!, me dirías, tu generación no debía exteriorizar. Ya ves, yo me dedico a escribir sobre emociones… ¡qué jodida paradoja!
Nunca he visto a un hombre adorar tanto a una mujer. ¡Uff! Ni te imaginas qué mochila más grande acabas de ponerle a la espalda. Te esfumas de su lado por instantes. Parece la historia de «El diario de Noah» pero a la inversa. ¡Y yo necesito contar tu historia!
Los grandes hombres no deben desaparecer con la misma rapidez con la que desaparecen sus recuerdos. Quiero escribirte a cada rato, intentar contarte, mantenerte despierto, conmigo, cerca.
¿Recuerdas verme jugar al baloncesto? ¿Que fuiste «pichichi» en muchas ligas? ¿La conversación que mantuvimos ayer?
Miras por la ventana y ves el mundo nuevo cada día. Nada te duele, nada te trastorna, solo esta manía nuestra por llevarte de médicos y cuidar tus medicamentos. No quieres drogas, ¡estoy bien! Y es que hay dolores que son tan silenciosos que apenas duelen y sin embargo hieren.
Tengo miedo a que te olvides de mí. A que esta bola que se está haciendo tan grande nos arrase. Es la tormenta de la que hablaba Murakami. Estoy segura de que ya no soy la misma, y eso que esta no ha hecho más que empezar.
Toda mi energía para las familias y amigos de personas con Alzheimer. Es una enfermedad atroz y descorazonadora. Uno no está preparado para ver cómo se rebobina una vida a la que amas tanto. Pero ya que estamos aquí, habrá que escribirlo y permitir que las letras, una vez más, sean las que abracen y nos acerquen, cuando parece que cada vez estamos más lejos.
Que allá donde vayan tus mariposas me encuentres, que allá donde vayan mis letras te encuentre, porque jamás podré disociarte.
Que la escritura siga siendo la herramienta maravillosa que es para permitir que el alma grite. Contemos historias, yo, al menos, necesito escribirlas.
Aún no te has ido y ya te echo de menos…
Llévame libre y salvaje, llévame hasta el mar…
Ana
¡ Qué maravilla, Itzi!
Sin palabras…
Te entiendo y te siento en este profundo desasosiego.
Sin palabras.
Te mando un abrazo pirenaico.
Ana
Itziar Sistiaga
Gracias, Ana.
Hay historias que una necesita soltar y compartir.
Besazo.
Fátima
¡Me gusta el simil de las mariposas! En mi caso, las mariposas han comenzado a volar, aunque aún siguen revoloteando sin marchar alto.
Espero que esta época aún se mantenga y dure mucho tiempo. Tengo miedo a que llegue el día en que vuelen y se marchen lejos.
Siento su fragilidad, su necesidad de sentirnos cerca para sentirse segura. Pero aún es ella y nosotros seguimos siendo nosotros para ella.
Un fuerte abrazo.
Itziar Sistiaga
Disfruta de cada momento, pero aléjate del drama a ser posible.
Las mariposas te ayudarán.
Escribe sobre la enfermedad.
Es liberador.
¡Besos!
Lady Wine
😘😘😘
Itziar Sistiaga
Gracias, amiga.