
¡Qué rápido pasa el tiempo y qué intenso se vuelve todo en una WordCamp! Seas de perfil técnico o literario, como yo, se te activa el «modo esponja» y «modo socialización» tan a lo bestia que, dos semanas más tarde, aún te dura la resaca.
¿Quién me iba a decir a mí que un año después volvería a la Universidad de Mondragón a asistir a este evento marcado en fosforito en mi calendario! Nadie. ¿Quién me iba a decir que acabaría repartiendo abrazos «de los de verdad» a personas de las que un año antes no sabía nada de nada? Nadie.
Entonces, ¿qué pasa en una WordCamp?
Pasa que la energía de los organizadores te arrastra, que el trabajo altruista y desinteresado de los voluntarios te emociona, que las charlas de los ponentes te ilustran y que el buenrollismo de los asistentes te contagia. ¿Así de sencillo? O más. Pasas a comprender directamente el porqué de la fuerza de la Comunidad WordPress.

Diría que la WordCamp Irún tiene el plus de cocinarse en una ciudad pequeña, a fuego lento y entre verdes montañas. Que los chefs cuidan cada detalle-ingrediente como buenos anfitriones vascos y que venir a este evento, para todo aquel que viaja, también supone una breve desconexión de otros asfaltos, otros ruidos y otros ritmos.
Y eso que una WordCamp es frenética, y más si a Pablo Moratinos y a su equipo se le ocurre añadir un día extra y sacar las charlas a la calle. WordPressOnTheStreet fue una genialidad y un lujito para todos.
El espíritu de los mosqueteros

Después de mi primera WordCamp en la que campé a mis anchas cual alien recién aterrizado en otra galaxia, y de descubrirme vulnerable y pequeñita en WordCampMadrid como ponente, abriendo el evento junto a Carla (mi querida Carla), llegué a esta segunda aventura irunesa con la alegría del reencuentro y las ganas intactas por aprender. Porque no he salido igual de ninguno de los dos anteriores encuentros. Ergo, de este, no me esperaba menos. ¡Y vaya si cumplió mis expectativas!
Puedo hablaros de las charlas que vi, de lo que anoté en mi cuaderno, de lo que descubrí y asumí que estoy haciendo mal y debo mejorar. SEO, marketing de contenidos, afiliación, emprendimiento, seguridad, diseño… ¡Hay tantos aspectos como ideas que nacen tras escuchar a los ponentes! Junto a Pablo y a Ana Cirujano hice una repaso de la WordCamp que os dejo aquí para que la veáis y comprendáis de qué hablo.
Soy muy afortunada de que me extendieran Un billete a Chattanooga.
«Todos para uno y uno para todos». No sé si es poético o forma parte también del código del que hablan. Ese Matrix que a mí me fascina, pero del que no entiendo nada, ni pretendo. Esta vez me ha quedado más que claro que todos sumamos y aportamos, que no hay mejores ni peores, expertos o inexpertos.
Todos somos únicos, todos contamos.
Todos tenemos una historia, unos sueños, unos conocimientos específicos, habilidades, carencias y vulnerabilidades.

¿Saben aquel que diu?
¡Bendito sentido del humor! A falta de Eugenio hubo ingenio en cada ponencia, en los momentos de networking y cafés, pizzas o cervecitas. Y es que cuando las cosas nacen del corazón, el humor se convierte en un factor clave que nos ayuda a conectar, una especie de vaso comunicante que sirve para hacer equipo, ya sea a través de la música, de recetas de cocina, de saludos a cámara o de galimatías y sincericidios.
Será que yo soy de risa fácil, de buen humor por norma general y que en esta comunidad me he encontrado con gente a la que parece que le mueven los mismos hilos que a mí. Mucha gente con vocación de maestro, con carácter de aprendiz y con alma de payaso de circo. Lo que sí he comprobado es que como en todas partes, a algunos, más que a otros, les cuesta mostrar su verdadera esencia. Sucede que nos vestimos con las ropas de lo que sabemos, nos colocamos la acreditación o las etiquetas que definan quién soy y caminamos intentando que no se nos caiga el disfraz de Súperyo. ¿Miedo a mostrarnos? ¿Pánico a sentirnos rechazados?

Supongo que este fue mi sentimiento estrella mi primera vez en una WordCamp. Un pánico que no venía a cuento porque no tenía motivos para sentirlo, pero ante grupos grandes de desconocidos uno siente miedo por no encajar, y pánico porque lo rechacen. El niño que habita en nosotros viaja con nosotros cada día, no debemos olvidarlo, ni dejar de tenderle la mano y recordarle que todo irá bien.
El chiste de esta WordCamp Irún 2019 fue la autenticidad. Las conversaciones de verdad que se mantuvieron entre bambalinas (digo, ponencias). Al menos, yo las tuve y conmigo se quedan. Miradas cómplices, consejos de ida y vuelta, confesiones y bromas de reír a dos.
No quiero olvidarme de nadie y es muy probable que así sea, así que quiero terminar este post dando las gracias a todas y cada una de las personitas que hicisteis del primer fin de semana de junio un finde inolvidable e inspirador para mí. A aquellos con los que compartí apenas un ratito o una mirada y a aquellos con quienes pude charlar y divagar un rato más. ¡Qué de gente bonita he conocido con la que sé que volveré a coincidir! Gracias por ayudarme de las mil maneras posibles que se puede ayudar a alguien. Desde el ejemplo, desde la humildad, desde las palabras, desde los pequeños y grandes gestos, desde vuestra experiencia.
No sé dónde volveremos a vernos, pero estoy segura de que nos reencontraremos, gentes de WordPress.
GRACIAS DE CORAZÓN.
MUGALARIS SOMOS Y EN EL CAMINO NOS ENCONTRAREMOS.
Itziar
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